Salio corriendo, aun no lo podía creer, corrió y corrió intentando escapar de si misma. ¡Lo había hecho de nuevo! No debió hacerlo, pero lo hizo. Pensó y continúo corriendo. Continuo corriendo consiente de que lo hacia en vano pues no podría escapar de si misma, ni siquiera de la realidad, sin embargo solo le quedaba una cosa por hacer, correr, correr sin rumbo por las calles con el simple objetivo de alejarse del lugar de los hechos, de la tentación, de la satisfacción que sabia que tendría al ver lo sucedido y del no tan simple deseo de querer volver a hacerlo.
Había tomado una decisión, seguiría el plan que acostumbraba a seguir, correría sin para hasta la carretera, la cual estaba cerca, siempre estaba cerca cuando la necesitaba; y luego con la ayuda de algún camionero partiría hacia una nueva ciudad, una ciudad lejana. Ahí se cortaría el pelo, lo teñiría de negro talvez, compraría ropa y luego alquilaría un pequeño departamento cercano a la carretera o en el centro de la ciudad, eso lo pensaría luego.
Catalina había hecho esto mas de una vez, por este motivo le resultaba fácil hacerlo, tenia pocas posesiones, se podría decir que ninguna, y la mudanza podía ser inmediata. Ella mantenía un perfil bajo, era reservada y no solía entablar amistades. Evitaba ser reconocida, pues de este modo resultaba difícil que alguno de los testigos la identificara, si es que así se podría llamar a las personas que la veían huir a toda prisa de la escena del crimen. Catalina nunca llevaba equipaje, era joven, no tenia familia y no necesitaba demasiadas cosas para satisfacer sus necesidades, tan solo llevaba consigo un viejo abrigo negro, una agenda y un bolso de cuero en el que llevaba una botella de agua, galletas de soda, una fotografía de su madre y dinero, aunque la mayor parte de sus ahorros la llevaba en los zapatos.
Catalina llego a la carretera, se paro un segundo y observo a los autos ir y venir rápidamente. Partiría hacia el norte, estiro el brazo derecho y levanto el dedo pulgar, una camión se detuvo a su lado y el conductor abrió la puerta, no parecía confiable, sin embargo Catalina subió al camión sin vacilar, se sentó en el asiento del copiloto sin pronunciar una palabra y con la mirada fija en la interminable carretera enrumbo hacia su nueva vida, una de las tantas que tendría.
Sabía que el camino seria largo, viajaría toda la noche y tendría tiempo más que suficiente para pesar y realizar un balance de su situación actual. A pesar de todo, Catalina era una joven muy centrada y metódica, pensaba bien las cosas y tenía todo perfectamente planeado, sin embargo había ocasiones en las que perdía el control.
Sentada en al lado del conductor se sumergió en sus pensamientos y no paso mucho tiempo para que se diera cuenta de que lo había hecho en muchas ocasiones y que cada vez lo hacia con más frecuencia. Definitivamente no podía continuar así, no podía, no debía hacerlo de nuevo, quería cambiar, ¡quería cambiar! Pero para hacerlo tenía que empezar por aceptar la realidad, tenia que admitir que era una asesina.
Al día siguiente bajo del camión, analizo la ciudad se veía tranquila y pacifica, camino por las calles observo su entorno, le convenía conocerlo, se engañaba pensando en que lo hacia porque ese seria el lugar en el que pasaría el resto de su vida pero en el fondo sabia que lo hacia para que la huida se pueda llevar a cabo exitosamente. Continuo caminado y siguió el plan como debía hacerlo, se corto el pelo a la altura de los hombros, lo tiño de negro, compro ropa y paso la tarde buscando un apartamento en donde alojarse, sus exigencias no eran muchas, pues era consiente de que no pasaría mucho tiempo en el.
Paso una semana con la monotonía habitual. Todas las mañanas compraba una botella de agua y un paquete de galletas de soda, se bañaba y salía a caminar por las calles; por las tardes compraba una vez mas su merienda y dormía hasta el anochecer, luego despertaba y miraba por la ventana a la gente que pasaba y si le apetecía se dirigía a algún bar a esperar el paso de las horas.
Era miércoles, Catalina estaba aburrida y decidió salir. Camino hasta el bar más cercano, estaba lleno, era perfecto. Se sentó en la barra y pidió un vaso de ron, saco la agenda de su bolso y comenzó a escribir, al cabo de un rato pidió otro vaso y fue en ese momento en que un joven que aparentaba tener su misma edad se sentó a su lado y pidió un vaso de ron más. Era una buena noche para Catalina, lo fue hasta ese entonces.
La atracción fue inmediata, conversaron durante mucho tiempo, tomaron un vaso de ron tras otro, platicaron, rieron, brindaron, hasta que llego el momento. Él se paro y dijo que debía ir al baño. En cuanto se perdió de vista Catalina se puso de pie. ¡No, lo iba a hacer de nuevo! Intento dar media vuelta y salir de ese lugar pero no pudo, en vez de hacerlo dio un paso hacia el frente, no debía hacerlo, dio un paso más, ¡No! Era prisionera de su cuerpo, actuaba en contra de su voluntad, no quería hacerlo una vez mas, quería cambiar, quería tener una vida normal. ¡Mentira! era muy consiente de lo que hacia, deseaba matarlo casi tanto como deseaba tener una vida común, deseaba matarlo, ¡deseaba matarlo!
Apresuro el paso y se dirigió al baño, ahí estaba el, le sonrió y se acerco lentamente con las manos en la espalda, no había nadie mas, era perfecto, era una buena noche, era la mejor noche de su vida. Sin emitir sonido alguno, se acerco, dio un paso, luego otro, derecha, izquierda, empuño el lápiz recién afilado con fuerza, dio un paso mas, sonriendo lo abrazo y lo beso, camino lentamente a su alrededor, lo rodeo seductoramente, toco sus pecho, sus pectorales, su espalda, su cuello, levanto el lápiz y rápidamente lo clavo en la parte posterior de este, lo atravesó, observo la sangre, la vio brotar, la vio deslizarse lentamente por su piel, lo vio palidecer. El no podía hablar, no podía respirar, intento caminar y perdió estabilidad, cayo al suelo, tiño las losetas blancas de color rojo. Ella se paro a su lado y lo observo sonriente, sabia que era cuestión de tiempo, la agonía no seria muy larga, pero seria dolorosa. De espaldas en el suelo, no podría moverse, parte de sus nervios estaban destruidos, desarrollando en el una paraplejía casi inmediata, intento arrastrarse hacia la salida del baño con los brazos pero no pudo, no podía gritar, era vulnerable, la vio sonreír, sabia que ella lo dejaría morir ahí, no respiraba, intento sacar el lápiz de su garganta, no pudo, moriría ahogado, se ahogaría lentamente con su propia sangre, rendido, cerro lo ojos y se sumergió en el sueño eterno.
Catalina lo observo agonizar y finalmente morir en un charco de sangre, no era mucha pero en la lucha por sobrevivir él la había esparcido por el suelo, era feliz, se sentía satisfecha, se dirigió tranquilamente hacia la puerta del baño y al tocar la manija observo sus manos, estaban manchadas de sangre. ¡No! Lo hizo de nuevo, era culpable, las lavo rápidamente, miro a todos lados, había una botella de desinfectante en el suelo, lo tomo y la vaseo por completo sobre sus manos. Salio de baño aparentando que no había sucedido nada, se dirigió a la barra, pago la cuenta, y contando los segundos se dirigió hacia la salida del bar, apenas atravesó el umbral, corrió y corrió, intentado escapar de si misma, intentando ser alguien mas, pero no podía, era una asesina y ya solo le quedaba correr.
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